viernes, 24 de febrero de 2012

Anillo Negro 1 y 2


Otra novedad de DC que puede pasaros desapercibida entre la mediocridad, cuando no directamente bazofiedad, que es la editorial con Dan Didio. En este caso una saga protagonizada por mi adorado Lex Luthor, tradicional mad doctor de la compañía y que se ha visto obligado a cubrir la ausencia de su archienemigo mientras el infausto guionista Joseph Michael Straczynski tenía a Superman secuestrado a nivel editorial y andando por Norteamérica a lo Forrest Gump a nivel literario en una de las sagas más tontas del personaje.

Mientras el escritor de apellido impronunciable bloqueaba a los otros autores el uso del héroe, DC contrató a Paul Cornell -escritor proveniente de la TV británica y de la Marvel- para rellenar el espacio en la veterana cabecera Action Comics. Casualmente (o no) su llegada ha coincidido con el final del universo DC tal y como lo conocemos, y la otra vez que hubo un final de etapa y reboot editorial fue en el celebre 1986 y entonces otro inglés (Alan Moore, obviamente) se ocupo de poner punto y final al hombre del mañana clásico. En aquel caso Superman se enfrentaba a sus enemigos tradicionales, víctimas de un oscurecimiento propiciado por una amenaza en la sombra que acababa siendo además un giro, inesperado pero consistente, para un rival que tradicionalmente había sido más bien un recurso humorístico.


En este caso las circunstancias eran bastante más duras porque Cornell se veía obligado a utilizar como premisa argumental la búsqueda de energías relacionadas con el macroevento de la "Guerra del Espectro Emocional", mega-saga en la que han aparecido mogollón de nuevas variantes del anillo de los Green Lanterns y que a mi se me ha acabado haciendo particularmente pesada, pese a ser una secuela de la "Guerra de los Siniestro Corps" que si que me había dejado un buen sabor de boca. Lo bueno aquí es que Cornell hábilmente utiliza esta sinopsis para tener a Luthor en su propia versión de "¿Que le sucedió al hombre del mañana?", enfrentándole a algunos de los villanos DC visual y conceptualmente más atractivos, pero cambiando el tono oscuro del Alan Moore de los 80 por un tono casi paródico que hace que te vengan enormes ganas de cagarte de la risa.

Porque si lo peor es la trama central, ya que tienes a Lex en la típica búsqueda del poder absoluto que ya sabes que va a marrarse de algún u otro modo, la mejor está en verle interaccionar con rivales y aliados. Su núcleo duro de confianza (o de egolatría) lo conforman un sosias del Waylon Smithers de los Simpson y un robot femenino con la apariencia y el patrón mental de Lois Lane solo que dedicada a hacerle terapia relacional a Luthor. Los diálogos entre ambos ya valdrían la compra del tebeo, pero es que además tienes a Mister Mente, gusano venusiano con tendencia a la dominación universal, al telepata y antropófago (y armado con una cuchara) Gorila Grodd, al astuto pero palurdo cavernícola inmortal Vandal Savage, más un largo etcétera de villanos superpoderosos a los que Luthor derrota siempre mediante planes meticulosos y haciendo gala de una cabronería de lo más extrema.


Dentro del carnaval de viajes y enfrentamientos, aunque estos tienen tantos matices que impiden que te resulten repetitivos, tenemos dos brillantes encuentros que rompen el tono general pero aportando cosas al conjunto. El primero es un brillante golpe de marketing, básico en mi caso puesto que me hizo comprar el tebeo. Un cameo de la Muerte de Neil Gaiman. Nuestra chica emo favorita mantiene una fascinante conversación con el calvo protagonista que bien podría resumirse por parte de Lex en un "no tengo miedo a lo que vendrá después porque me veo bastante capaz de hacerme el amo del cotarro al que me toque ir". Loor a la egolatría de L.L. quien defiende sus posturas con remarcable lucidez intelectual. El papel de Muerte es similar al del Joker en el segundo volumen, en el sentido de que casi es un entreacto, conectando la participación de ambos a través de la anécdota del poni mágico y sustentándola en la particular naturaleza arquetípica de ambos, pero con la diferencia de que el Joker está totalmente fuera de cualquier diálogo organizado que Luthor pueda proponer. Aparentemente Lex sale del encuentro con aquello que había ido a buscar pero el Joker le advierte de la naturaleza humorística de toda la aventura y de hecho le anticipa que participará en el "mejor chiste de la historia".

De hecho todos los movimientos finales quizás resultan algo forzados y dirigidos a colocar a Lex en situación para este "chiste final". El villano oculto es alguien de quien no teníamos información directa hasta la fecha, si bien indirectamente se había advertido en otros cómics sobre las peligrosas criaturas que habitan en su lugar de origen. En cierta forma podríamos considerarlo una nueva encarnación del Aethyr presentado en la mini-serie de los años ochenta Phantom Zone: The Final Chapter. Pero lo divertido llega cuando una vez derrotado este rival y con Luthor en la cumbre de la creación como ser más poderoso del Universo, lo primero que hace es traerse a Superman para ajustar cuentas y acaba perdiéndolo todo simplemente por no poder soportar el carácter bonachón y optimista del kriptoniano y su tendencia a aleccionarle. Ojo, que Superman tiene delito porque por no callarse se pierde la posibilidad de un "felices para siempre", pero siempre es gracioso ver al Joker descojonandose por un nuevo triunfo del caos y la irracionalidad humana.


En resumidas cuentas, un gran cómic de personaje y un adecuado broche al cierre previo a los 52, que además disfruta de un acertadísimo dibujo de Pete Woods con bonito coloreado de Brad Anderson. Woods aporta variedad en el diseño de vestuario y en el de los bichos. Y aun cuando las caras humanas no sean muy diferenciables entre si, si representan bien las emociones de los personajes. Además de que la composición transmite abundante dinamismo, adecuado para una saga tan movida.

Señores de DC está claro que si se puede hacer historias interesantes con la actual infraestructura de Superman, lo que pasa es que ustedes son muy malos en su trabajo. Que Cornell tras esto no haya seguido guionizando a Superman es como para sacarle un ojo a alguien.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Imaginauta! Que bueno eres! Coje el vuelo y envia lo escribes a paginas para expertos de comics!